Hugo y yo recibimos el supuesto diagnostico
de la forma más dura y cruel por parte de la directora y psicóloga del CDIAP,
una fría tarde de noviembre. Y dedujo el
mismo, tras valorar a Héctor durante media hora cada semana, en el periodo de
un mes. Es decir, en total, dos horas.
Por mi profesión valoro y valoraré siempre la
empatía de los verdaderos
profesionales. Y puedo asegurar que no está reñida con la seriedad en el
trabajo.
Pero en nuestro caso, ya percibíamos la falta de empatía de la psicóloga
(casualmente, directora del CDIAP de zona) con la que personalmente nunca he
tenido feeling. Sobre todo, porque creo que nunca hay que frenar la lucha
constante de unos padres y menos en nuestro caso (dado que por mi parte, hemos
aprovechado todas las “influencias” posibles de mis compañeros de trabajo, para que pudieran valorar cuanto antes a Héctor).
El caso, es que esa tarde nos sentamos en su
despacho, y sin miramientos (yo diría, que sin sedación, sin analgesia, y
sin puntos de sutura) nos verbalizó su dictamen: “determino que Héctor se trata de un niño autista moderado-grave”.
Ahí queda eso!
En este punto, quiero haceros un pequeño
resumen de cómo vemos a Héctor (coincidiendo con familiares, amigos y en la
guardería que ahora mismo está cursando P2) como un niño que apenas presenta
estereotipias, ni tiene intereses muy restringidos, y que actualmente tratamos
sus problemas sensoriales. Es muy cariñoso y risueño, que aun no se comunica verbalmente,
pero que tiene lenguaje no-verbal (expresión); si quiere algo, o bien lo
consigue solo o bien, nos coge de la mano y nos lleva donde quiere o nos trae
lo que quiere (comunicación).
Aunque por el momento no se expresa con
palabras, tiene comprensión. Lucha por lo que es suyo (sus propios juguetes,
por ejemplo) aunque es cierto, que tenemos que aprender a manejar su fuerza
para no zarandear al niño/-a que no quiere devolvérselo. Pero inclusive eso, es
bueno. Es bueno que él tenga claro el concepto de posesión como cualquier otro
niño neurotipico.
A día de hoy aun no hemos digerido ese
diagnostico. Pero aunque el duelo es inmenso, y lloremos a diario, no podemos permitirnos el
lujo de paralizarnos. Hay que trabajar y trabajar, para conseguir que Héctor sea
una persona autónoma y se desarrolle como tal.
Es cierto que se murió el hijo en el que nos
proyectamos cuando estamos a la espera de su llegada, y que nació otro plagado
de incertidumbres: si hablará, si leerá, si escribirá, si estudiará…. Pero Hugo
y yo luchamos y lucharemos juntos
para que así sea.
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